lunes, 1 de abril de 2013

El ascensor social

Museo de Historia de la Inmigración de Cataluña
No me gusta la expresión "ascensor social", una invención del Estado del Bienestar dicen algunos, atribuida a todo aquel que prospera hasta lograr un estatus muy superior al que le correspondería por nacimiento. No me gusta porque suena a superación mediante méritos impropios, como si en lugar de utilizar la escalera, en algunos casos de servicio, una persona jugara con ventaja al utilizar un sistema de elevación mecánico. Admito mi susceptibilidad, soy hija de inmigrantes, pero es fácil caer en la condescendencia cuando se cuentan historias de superación. Calificar a un hombre como "self made man" (¡qué pocas veces leemos "self made woman"!) implica admiración y respeto, pero también una creencia inconsciente en los compartimentos sociales estancos.
Acabo de leer "Claro y Catalán. Testimonio de cuatro años de presidencia" (RBA), un compendio de reflexiones personales del ex presidente catalán José Montilla, nacido a Iznájar (Córdoba) y cuya legitimidad para ocupar este cargo fue cuestionado por algunos nacionalistas recalcitrantes. Asegura que a él esas críticas no le inquietaron demasiado, de hecho pudo explotar su condición de inmigrante, pero no quiso caer en el populismo. Dedica un par de páginas a precisar algunas cosas:
"Yo lo que quería es que se viera como una situación de normalidad, evitando una exhibición -según como impúdica- de determinadas cosas que no deberían ser noticia. Porque si lo conviertes en un espectáculo, lo que acabas haciendo es contradecirte. Es decir, deja de ser normal. Si lo que queremos es poner de manifiesto que eso demuestra la buena integración que se ha producido en nuestro país, el buen funcionamiento del ascensor social, debe ser así ¿no? Algunos ponen el acento en el hecho de ser 'un presidente nacido fuera'. Bien, pero si el hecho de nacer aquí o allá es un accidente: tú no lo acabas decidiendo...¡En todo caso tus padres...! Yo he decidido vivir en Cataluña. Por eso hablo de catalán de elección o de voluntad. Pero no creo tampoco que eso tenga tanta importancia. Yo le daba menos de lo que le daba mucha gente. Me interesa más poner el acento en la normalidad. Que Cataluña es una tierra de paso, de acogida, de integración, donde se han producido fenómenos como éste".
Impecable discurso. Pero a continuación, Montilla quiere dejar claro que él no pertenece a esa inmigración precaria que llegó a Barcelona a bordo de "El Sevillano", el tren que utilizaron muchos andaluces que veían en Cataluña una tierra de promisión:
"Llegué a los 16 años. Y no llegué con 'El Sevillano', no llegué en tren; llegué en autocar. Y no arrastraba una maleta de cartón; supongo que debía llevar una maleta, como todo el mundo, pero llegué con mi padre y creo que la llevaba él. Quiero decir que tampoco hay que exagerar..."
Integración, acogida, una maleta de cartón, ser catalán de elección o de voluntad, ascensor social... El voluntarismo de Montilla por darle a estos conceptos una cobertura de normalidad es loable, pero algo nos dice que no es del todo real.
Recientemente ha llegado a mis manos un estudio titulado "Cohesión social: El ascensor social en tiempo de crisis" elaborado por Xavier Martínez Celorrio, profesor de Sociología de la Universidad de Barcelona. El hecho de que este informe haya sido publicado por la Fundación Catdem, vinculada a Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), puede hacer dudar de su imparcialidad y, de hecho, en el mismo hay varias referencias al déficit fiscal que sufre Cataluña y a las consecuencias de la reforma educativa que proyecta el Gobierno del PP en la lengua y la identidad catalanas. Pero si se hace abstracción de estos comentarios, los datos que aporta Martínez Celorrio son interesantes.Cataluña es la comunidad autónoma con una mayor tasa de ascenso social en el territorio español, similar a la del Reino Unido o Italia. Obviamente, la crisis económica hace peligrar esa posición y dispara el riesgo de fractura social.
"La alta tasa de ascenso social que ha vivido la cohorte de 1951-1960 es irrepetible (con un origen obrero mayoritario) en relación a la cohorte de 1971-1980 (origen de las clases medias mayoritario). Aquel ascenso social masivo será difícilmente repetible en la actual economía global de los servicios y el conocimiento, y todavía menos si perdura la crisis y el estancamiento actuales. En el corto plazo, el descenso social provocado por el alargamiento de la crisis afectará, cada vez más, a clases medianas adultas y jóvenes licenciados del cognitariado. Una parte, a pesar de que no toda, del malestar y la frustración de estos dos conglomerados se canalizará en nuevas formas de protesta y conflictividad, que pueden hacer arraigar un soberanismo redistributivo y postidentitario, muy centrado en el fortalecimiento de la cohesión social catalana".
Este último párrafo suena a amenaza, aunque imagino que la fundación convergente no ve este escenario "postidentitario" como un mal sino como un objetivo. En cualquier caso, y en lo que respecta a esa Cataluña de acogida que encumbró a un inmigrante a la presidencia de la Generalitat, el estudio avisa de que la crisis económica reduce la movilidad social y la igualdad de oportunidades, algo común a la mayoría de países de nuestro entorno, pero relacionar ese análisis con conceptos como la identidad resulta preocupante.

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