domingo, 29 de abril de 2012

El "Dow Jones" del fin del mundo

www.vacance-roumanie.com
Las predicciones sobre el fin del mundo se han sofisticado y, dado que ya nadie cree en la posibilidad de averiguar la fecha exacta, existe una web que indica la velocidad con la que nos aproximamos al apocalipsis. Se trata de www.raptureready.com y se presenta literalmente como el "índice Dow Jones del valor de las acciones para el fin de los tiempos". Este "velocímetro profético" se basa en 45 baremos -falsos cristianos, satanismo, inflación, abuso de drogas, desempleo, clima, delincuencia, globalización, armas...- a los que se adjudican un número de puntos determinado. La suma de todos ellos da idea de la velocidad con la que nos aproximamos al Éxtasis ("rapture"), es decir, el momento en que los buenos cristianos subirán al cielo. A fecha 23 de abril, esa web cifraba en 182 el "índice del Éxtasis", número que se acerca al récord alcanzado en agosto de 2011 (184) y muy superior al momento de cotización más baja, el año 1993, con 57 puntos.

viernes, 20 de abril de 2012

¿Cuándo dejamos de leer novelas?

Varios amigos míos se jactan, en un alarde de esnobismo cultural, de que han dejado de leer novelas y que prefieren el ensayo. Declaración algo absurda, porque existen muchísimos libros donde la frontera entre un género y otro es muy difusa. ¿Una biografía novelada es ficción o ensayo? ¿Cómo definiríamos "El paseo", de Robert Walser? ¿O esa inmigración interior que relata el enorme W. G. Sebald en sus obras?¿Es "2666" de Roberto Bolaño una novela al uso? La literatura de viajes escrita en primera persona no deja de ser una realidad novelada, lo mismo que el llamado nuevo periodismo. La novela histórica también difumina ese límite entre ambas disciplinas.

viernes, 6 de abril de 2012

El mal periodismo de Leonard Woolf

Leonard y Virginia Woolf
Devoro todo lo que se publica sobre el llamado grupo de Bloomsbury, aun siendo consciente de que nunca podría llegar a congeniar con ninguno de sus integrantes. Los escritores Virginia Woolf y Lytton Stratchey, los pintores Vanessa Bell y Duncan Grant, o el economista Maynard Keynes, derrochaban esnobismo y vanidad, pero rompieron moldes, tanto en el terreno profesional como en el personal  y sexual. De ahí la admiración y, en mi caso, la fascinación que generan. He omitido deliberadamente el nombre de Leonard Woolf, que a pesar de su reconocimiento social, siempre estuvo a la sombra de su esposa, la gran Virginia Woolf.
Lumen ha publicado una parte de las memorias de este editor, escritor y político bajo el título "La muerte de Virginia", que abarca el período comprendido entre 1939 y 1969 (año de su muerte). No me extenderé en el ego de quien fue miembro destacado del Partido Laborista y de la Sociedad Fabiana, pero sí en sus dejes clasistas -¿dime de qué presumes y te dire de qué careces?-. Quien se dice defensor de la tolerancia y la compasión, asegura que hubiera preferido morir solo que acompañado de las personas que, hacinadas "como en una gran lata de sardinas" se protegían de las bombas alemanas en el Metro de Londres durante la Segunda Guerra Mundial.

domingo, 1 de abril de 2012

El bidé del conde Güell



Hace muchos años existía en Barcelona el Libro de Matrícula de Ciudadanos Honrados, una especie de censo de personalidades candidatas a gobernar la ciudad. Dentro de esa plutocracia catalana no es de extrañar que Joan Antoni Güell llegara a ser alcalde de Barcelona. Lo fue durante 416 días, suficientes para ser testigo de la conflictividad laboral que tuvo lugar a lo largo de 1930 y para dar pie a todo tipo de anécdotas, reales o inventadas, sobre su mandato. El 17 de noviembre de aquel año, Barcelona se sumó a la huelga general convocada en varias ciudades españolas tras la muerte de varios trabajadores que integraban el cortejo fúnebre de obreros fallecidos en el hundimiento de un edificio en Madrid. El periodista Sempronio asegura en su libro "Barcelona pel forat del pany" que el conde Güell ordenó que le llevaran un bidé a su despacho oficial, donde se había habilitado un dormitorio en el que pernoctaría para seguir las incidencias del paro. Este presunto ejemplo de flema aristocrática es recogida por el entonces jefe de protocolo del Consistorio barcelonés, Manuel Ribé, en su libro "Memorias de un funcionario", aunque ni lo confirma ni lo desmiente. "Hubo en ciertos periódicos comentarios con pretensiones jocosas, sobre si trasladó o no no cierto aparato sanitario, lo que nos hizo comprender al señor alcalde y a mí que su uso debía ser, en vez de habitual, como es lógico, verdaderamente excepcional para el periodista que redactó el comentario", afirma quien trabajó para un total de cincuenta alcaldes. En lo que sí coinciden Sempronio y Ribé es en asegurar que el conde Güell suspendía cualquier tipo de actividad oficial para almorzar puntualmente a la una del mediodía.