viernes, 18 de abril de 2014

¿Ninguna aptitud? Pruebe con el periodismo


"Donald Cameron no poseía aptitud alguna para ninguna profesión más que la habilidad para cavar un surco
levemente torcido y para dirigir el fuego de una batería de cañones de 18 milímetros, así que decidió probar suerte como periodista. No parecía haber ninguna otra profesión que no requiriese ninguna habilidad ni formación"

Mordaz pasaje de "Inglaterra, su Inglaterra", de A. G. Macdonell (Belvedere), estupenda novela en la que un escocés asume el reto de escribir un libro sobre los ingleses, azuzado por un editor galés al que conoce en el frente, durante la primera guerra mundial. Muy recomendable.

miércoles, 16 de abril de 2014

Vecinos ayudando a vecinos

No somos solidarios. O no lo suficiente. O nos ponemos excusas del tipo "no me fío del destino de mi dinero". Pues en este caso, hay solución. Existe una solidaridad de proximidad, aquella que se puede ejercer en tu propio barrio, lo que permite controlar los resultados. Un ejemplo es Confianza Solidaria Sant Martí, una ONG del barrio de Sant Martí de Barcelona que acabo de conocer por una campaña de recogida de alimentos en un supermercado cercano a mi casa. Me gusta el lema "vecinos ayudando a vecinos", así como la idea de que "las personas necesitadas que reciben alimentos, se convierten a su vez en voluntarios de la organización, contribuyendo a ayudar a otros. Se rompe así la separación entre dar y recibir".

ONG del barrio de Sant Martí

lunes, 14 de abril de 2014

¿Es posible la amistad entre políticos y periodistas?

Debate sobre las relaciones entre prensa y política
Hablar de la amistad entre periodistas y políticos puede parecer un oxímoron. Y así lo plantee en un debate que tuvo lugar el pasado 2 de abril en el marco del II Congreso de Comunicación Política de Cataluña, donde compartí mesa con el director del diario Ara, Carles Capdevila, y el jefe de contenidos digitales de El Periódico de Catalunya. Moderaba Montse Nebrera, profesora de Derecho Constitucional. "Prensa y política, amistades peligrosas" era el título de la mesa redonda. Provocador.
Resulta difícil cultivar una relación personal con una fuente de información que te utiliza, al tiempo que tú, como periodista, también te aprovechas de esos contactos. No es imposible cultivar amistades en este campo. Incluso eso sería sintomático de que el periodista ha logrado ganarse la confianza de una fuente, lo cual en estos tiempos de precariedad laboral, falta de tiempo y de locura digital es muy difícil. Dicho esto, dividí mi exposición en tres apartados: periodistas y políticos; empresas periodísticas y poder, y la tertulia política, un género digno de estudio donde el periodista se mimetiza con el político.

1-Periodistas y políticos: En mi opinión, la política es la peor escuela para un periodista. Primero porque se centra demasiado en declaraciones, en informaciones reiterativas que generan un facilísimo "background". Con eso no quiero decir que no tenga mérito la información política, pero algo sobrevalorada sí que está y tiende a contaminar todos los ámbitos. La línea editorial del medio para el que se trabaja condiciona muchísimo esos contactos entre periodista y político. Para un recién licenciado, tocar poder puede resultar fascinante, pero se corre el peligro de perder el contacto con la realidad. El político es una fuente que, a diferencia de otros ámbitos, como sucesos, tribunales o economía, no tiene problemas a la hora de explicarse y tiene más posibilidades de “intoxicarte”. Obviamente, si la línea editorial de un medio es afín a ese político, éste se soltará más. E incluso utilizará al periodista para proyectar su imagen, pues a fin de cuentas, ellos siempre están en campaña.

Ocho apellidos "chonis"

(Artículo que publiqué en ABC el 7 de abril de 2014)

Imagen de la película "Ocho apellidos vascos"

Definitivamente, lo de Jordi Pujol y las «chonis» tiene algo de tensión sexual no resuelta. Que el pasado viernes, el ex presidente de la Generalitat repitiera el mismo discurso de hace tres años respecto al éxito de un soberanismo poligonero, solo puede interpretarse como una obsesión por el exotismo del arrabal. Está claro que al longevo convergente le marcó mucho la canción de «Els Catarres» donde un nacionalista se enamora de una joven castellanohablante, que es algo así como la clásica historia de Romeo y Julieta, pero en versión «In the guetto».
El padre de la saga Pujol-Ferrusola nos lanza mensajes confusos: ¿Es catalán aquél que vive y trabaja en Cataluña? o bien ¿es catalán aquél que se integra vía idioma? ¿Hay que ser patriota o nacionalista para disfrutar del paraíso catalán? Los franceses distinguen perfectamente entre ambos conceptos, como es el caso del nuevo primer ministro Manuel Valls, cuyos padres eran inmigrantes catalanes. Ellos sí, no los andaluces considerados «inmigrantes» en Cataluña, territorio español. Todos hemos caído alguna vez en ese error, incluido el socialista José Montilla, un «charnego» a los ojos de la esposa de Pujol, Marta Ferrusola, quien confesó en 2008 que le molestaba «mucho» que «un andaluz con nombre en castellano» accediera al cargo que ocupó su marido. Si le molesta ese nombre, qué no dirá de los ocho apellidos catalanes más frecuentes, según el Instituto de Estadística de Cataluña: García, Martínez, López, Sánchez, Rodríguez, Fernández, Pérez y González. Por este orden. Lo que bien merece la anunciada segunda parte de esa película que arrasa en las taquillas «Ocho apellidos vascos», pero en clave catalana.
Encontramos en el ranking ese «Fernández» del discurso hiperclasista que Pujol le soltó a la cara a Montilla, con quien debatió en un acto celebrado en Sant Adrià de Besós (Barcelona), un feudo socialista situado en el lado opuesto de «Upper Diagonal». Montilla volvió a las andadas, a expiar sus orígenes recordando que él mismo es «inmigrante» (sic) y defiende la «nación catalana» (sic). No sé si vale la pena el esfuerzo porque, tal como dijo en su día el presidente de Unió, Josep Duran Lleida, el votante de CiU es más culto que el del resto de formaciones políticas mientras que el votante socialista permite en Andalucía que los parados tomen el sol en la plaza del pueblo con el dinero del catalán trabajador. Lo dicho, que una cosa es el patriotismo y otra, la supremacía nacionalista, aquélla que denuncia el hablar incomprensible de los niños andaluces (Artur Mas «dixit»).
Qué superado ha quedado ese dicho según el cual, Convergència tiene el dinero y Unió, el pedigrí. En CiU el clasismo se reparte alícuotamente entre sus miembros, sean nuevos ricos o con ilustre apellido.