lunes, 14 de abril de 2014

¿Es posible la amistad entre políticos y periodistas?

Debate sobre las relaciones entre prensa y política
Hablar de la amistad entre periodistas y políticos puede parecer un oxímoron. Y así lo plantee en un debate que tuvo lugar el pasado 2 de abril en el marco del II Congreso de Comunicación Política de Cataluña, donde compartí mesa con el director del diario Ara, Carles Capdevila, y el jefe de contenidos digitales de El Periódico de Catalunya. Moderaba Montse Nebrera, profesora de Derecho Constitucional. "Prensa y política, amistades peligrosas" era el título de la mesa redonda. Provocador.
Resulta difícil cultivar una relación personal con una fuente de información que te utiliza, al tiempo que tú, como periodista, también te aprovechas de esos contactos. No es imposible cultivar amistades en este campo. Incluso eso sería sintomático de que el periodista ha logrado ganarse la confianza de una fuente, lo cual en estos tiempos de precariedad laboral, falta de tiempo y de locura digital es muy difícil. Dicho esto, dividí mi exposición en tres apartados: periodistas y políticos; empresas periodísticas y poder, y la tertulia política, un género digno de estudio donde el periodista se mimetiza con el político.

1-Periodistas y políticos: En mi opinión, la política es la peor escuela para un periodista. Primero porque se centra demasiado en declaraciones, en informaciones reiterativas que generan un facilísimo "background". Con eso no quiero decir que no tenga mérito la información política, pero algo sobrevalorada sí que está y tiende a contaminar todos los ámbitos. La línea editorial del medio para el que se trabaja condiciona muchísimo esos contactos entre periodista y político. Para un recién licenciado, tocar poder puede resultar fascinante, pero se corre el peligro de perder el contacto con la realidad. El político es una fuente que, a diferencia de otros ámbitos, como sucesos, tribunales o economía, no tiene problemas a la hora de explicarse y tiene más posibilidades de “intoxicarte”. Obviamente, si la línea editorial de un medio es afín a ese político, éste se soltará más. E incluso utilizará al periodista para proyectar su imagen, pues a fin de cuentas, ellos siempre están en campaña.

El periodista está obligado a ser riguroso, pero hay unos intereses creados, no solo por parte de su empresa, pero también por imperativo de ese intercambio de cromos o de favores con una fuente. No me refiero a un trato de favor, sino un toma y daca del tipo "publícame esta foto, que mañana te paso un tema”. También he de decir que esas fuentes políticas pueden volverse muy efímeras. Hablé de mi experiencia personal: cuando Convergència i Unió (CiU) estaba en la oposición, la relación con mi diario, ABC, era muy intensa, pues entendían que, por su línea editorial, teníamos un enemigo común, el tripartito, es decir, la izquierda. Ahora, CiU está en el poder y personas que te llamaban para chivarte cosas, ahora ni te dirigen la palabra. ¿Qué ha pasado? Pues un proceso soberanista en el que, es cierto, ABC tiene una línea muy marcada, pero es la misma que ha tenido hace 110 años: unidad de España, familia, monarquía, modelo liberal, Iglesia… Por eso, amistades entre prensa y política, más que peligrosas, son irreales.A mí me “castigaron” a hacer política hace once años, después de llevar otros once cubriendo tribunales. El cambio fue brutal. Sobre una información de tribunales, el rigor es máximo, informas sobre personas que pueden ir a la cárcel –bueno, también en la política-, pero si te equivocas, puedes hundir la vida de un inocente. Si erras en una información política, y eso lo aprendí rápido, existen fórmulas del tipo “tal diputado da marcha atrás o rectifica…”. Por no hablar de las consecuencias de la irrupción de Internet, donde la rapidez se impone a la reflexión. La competencia ahí es brutal. Los políticos se han sumado rápidamente a las redes sociales, hasta el punto de que se comunican con los periodistas a través de Twitter.

2.Empresas y política: O lo que es lo mismo, empresas y poder. Hace unas semanas, el Colegio de Periodistas de cataluña organizó un apasionantedebate entre dos periodistas de The Guardian y de Mediapart. El primero era inglés, representaba la tradición y el poder, y se hizo con los informes de Wikileaks. El segundo, francés, encarnaba la novedad y la libertad, y descubrió la corrupción en la campaña de Sarkozy. “Nosotros no necesitamos a ningún gobierno, la gente está dispuesta a pagar por una buena información”, dijo Edwy Plenel. Mediapart tiene una versión española llamada Infolibre. Hubo un intercambio de reproches. David Leigh decía que Mediapart no tenía tanta difusión y que no puede pagar las querellas que le presentan. Plenel decía que “The Guardian” perdía dinero. Expliqué esto porque la gran pregunta es si ser un medio poderoso es incompatible con ser libre. Las empresas responden a los poderes económicos, que a su vez están relacionados con los poderes políticos. Para subsistir ¿necesitamos ayuda política? Obviamente, al margen de nuestra ideología personal como periodistas, sabemos para quien trabajamos y por ejemplo, yo sé que no puedo escribir un artículo defendiendo la independencia de Cataluña. Hay llamadas desde los poderes fácticos, sí, pero no tantas como se piensa. En proporción hay más llamadas de políticos para quejarse que para condicionar una noticia. El líder de Reagrupament, Joan Carretero, ha pedido unos medios de comunicación sin subvenciones. Difícil, aunque es cierto que se deberían explotar otros caminos de financiación. Pero creo que la clave está en la transparencia, igual que en las campañas electorales, cada empresa tiene sus canales de financiación y debería atender a las consecuencias. ¿El periodista tiene margen de maniobra? Siempre.Y la firma es la firma, no hay que olvidarlo.

3.Tertulias políticas: Un fenómeno fascinante, en el que el criticado sistema de bloques electorales se ha hecho oficial en los debates audiovisuales. Como experiencia personal, es muy interesante, pero me espanta que ya haya estudiantes que quieren ser tertulianos. Se trata de un recurso fácil, ese de sustituir expertos por periodistas, pero en ocasiones, nos imponemos un activismo que nada tiene que ver con el periodismo. Hay que valorar positivamente el intercambio de ideas y la pluralidad que proporciona una tertulia o un debate, pero hay que evitar que el diálogo se convierta en una crítica salvaje entre profesionales. Ni Capdevila ni Gordillo ni yo misma -los que participamos en el Congreso de Comunicación- somos personas dadas al espectáculo. A mí no me sale eso de coger el bolso y largarme toda ofendida. Pero el fenómeno de la tertulia indica hasta qué punto, política y periodismo se confunden. Y cómo se mezclan las categorías de periodista, reportero, redactor, opinador, articulista…

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