jueves, 18 de julio de 2013

Sanfermines y la sentencia de la minifalda

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Escribo sobre la barbarie en los sanfermines, no de la barbarie de los sanfermines. Es decir, que no entro a valorar si esta fiesta popular, en la que el hombre se enfrenta al toro (a mi entender, en condiciones más igualitarias que en las corridas donde el muere el animal previa tortura), debe prohibirse o no, sino en los efectos colaterales que genera. Que estos encierros son más noticia cuanta más sangre y heridos haya, es algo políticamente incorrecto, pero estrictamente real. Que hay una postiza indignación cada vez que se produce un tapón humano en la entrada de la plaza, algo que ha ocurrido en varias ocasiones y que una locutora comparó -a mi juicio con razón- con la tragedia del Madrid Arena, es tan verdad, como que esta tradición despierta el morbo que todos llevamos dentro. Pero hay límites a esta sinrazón. A este espectáculo brutal se ha unido la imagen, no menos atroz, de jóvenes magreadas por los mozos que las rodean. La foto fija, y ésta es la que utilizan quienes justifican esos abusos, muestra a chicas riendo mientras son víctimas de tocamientos. Y digo víctimas porque, vaya por delante que esos tocamientos constituyen oficialmente un delito. Así lo dice el Código Penal.
No sabemos qué sucede antes o después de esas sonrisas congeladas. No sabemos si están borrachas y/o consienten que esas garras estrujen sus pechos. Pero hay quien alega que son ellas quienes se ponen en esa situación de riesgo, algo que me recuerda muchísimo aquella "sentencia de la minifalda" en la que un juez justificó los abusos sufridos por una joven porque ésta pudo provocar al agresor con su indumentaria. Eso ocurría en 1989. Un año antes se estrenaba la película "Acusados", protagonizada por Jodie Foster, en la que una joven es víctima de una múltiple violación, pero en primera instancia es ella la acusada de haberlo provocado.
Con todo ello quiero decir que resulta muy peligroso el argumento de que esas jóvenes magreadas en los sanfermines se lo tenían merecido. Porque aplicando esa lógica, podría llegarse al extremo de atenuar la condena de un hombre que asesina a su mujer porque previamente ésta le había insultado (¿provocado?).

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