Varios amigos míos se jactan, en un alarde de esnobismo cultural, de que han dejado de leer novelas y que prefieren el ensayo. Declaración algo absurda, porque existen muchísimos libros donde la frontera entre un género y otro es muy difusa. ¿Una biografía novelada es ficción o ensayo? ¿Cómo definiríamos "El paseo", de Robert Walser? ¿O esa inmigración interior que relata el enorme W. G. Sebald en sus obras?¿Es "2666" de Roberto Bolaño una novela al uso? La literatura de viajes escrita en primera persona no deja de ser una realidad novelada, lo mismo que el llamado nuevo periodismo. La novela histórica también difumina ese límite entre ambas disciplinas.
Es cierto que el arrollador marketing editorial, centrado en la novela de consumo rápido, ha devaluado el género de ficción, sometido a la dictadura de las listas de ventas, las guerras empresariales y las modas. Si leer era un placer, el acoso editorial lo convierte en un deber y salirse de las últimas recomendaciones te condena a ser un paria. Uno puede sentirse a gusto en ese ostracismo, de hecho es casi aconsejable, aunque se corre el riesgo de rechazar buenas obras sólo porque son "best sellers" -los libros de Murakami comienzan a serlo- o han sido llevadas al cine, con el consiguiente riesgo de vulgarización -"El nombre de la rosa" de Umberto Ecco es una gran novela y la película de Jean-Jacques Annaud también, aunque cambiara el final-. También existe el peligro de que uno se vuelva un pedante. Eso es precisamente lo que denuncia el escritor Mario Vargas Llosa, quien acaba de publicar "La civilización del espectáculo" (Anagrama). El Nobel lamenta la banalización de la cultura, convertida en un "espectáculo de masas", pero también, el hermetismo de algunas lecturas que se vuelven objeto de culto incomprensibles. Fue precisamente Vargas Llosa quien citó en su día "Los tres mosqueteros" de Alejandro Dumas como una de las mejores novelas que se han escrito. Coincido con él y, de hecho, hay muchísimo ensayo histórico en esa novela, lo que invita a sumergirse en la historia de moderna de Francia e Inglaterra para distinguir entre ficción y realidad.
Dicho esto, el próximo lunes se celebra Sant Jordi, una buena ocasión para no dejarse arrastrar por las recomendaciones, hacer caso al propio instinto y leer por el simple gusto de hacerlo.
Me gusta mucho tu blog! no lo conocía. Me gusta poder leerte en esta faceta más (im)personal.
ResponderEliminarUn abrazo,
Natalia
www.nataliabg.wordpress.com
Gracias Natalia! Tampoco conocia el tuyo, pero ahora ya si!!!!! Un besazo, que bueno es esto de las redes sociales...
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarHe llegado a tu blog, me he puesto a leer y me he quedado un poco sorprendido porque ha sido como si hubieras estado en conversaciones que yo he tenido recientemente con otros lectores empedernidos. Un tema que hemos tratado es el de las novelas escritas para el consumo masivo, de baja calidad, a veces avaladas por críticos oportunistas que se suben al carro y el número creciente de lectores que enmarcan la ficción de calidad en esta categoría. Yo disfruto de la ficción y del ensayo y también de las novelas que contienen ensayo, como la última que citas y como muchas que he visto mencionadas en el blog. Un saludo :)