domingo, 29 de abril de 2012

El "Dow Jones" del fin del mundo

www.vacance-roumanie.com
Las predicciones sobre el fin del mundo se han sofisticado y, dado que ya nadie cree en la posibilidad de averiguar la fecha exacta, existe una web que indica la velocidad con la que nos aproximamos al apocalipsis. Se trata de www.raptureready.com y se presenta literalmente como el "índice Dow Jones del valor de las acciones para el fin de los tiempos". Este "velocímetro profético" se basa en 45 baremos -falsos cristianos, satanismo, inflación, abuso de drogas, desempleo, clima, delincuencia, globalización, armas...- a los que se adjudican un número de puntos determinado. La suma de todos ellos da idea de la velocidad con la que nos aproximamos al Éxtasis ("rapture"), es decir, el momento en que los buenos cristianos subirán al cielo. A fecha 23 de abril, esa web cifraba en 182 el "índice del Éxtasis", número que se acerca al récord alcanzado en agosto de 2011 (184) y muy superior al momento de cotización más baja, el año 1993, con 57 puntos.

Las categorías incluidas en este curioso índice dan una idea de lo que tendría que hacer el ser humano para salvarse, lo cual no garantiza una muerte en paz. En nuestra cultura occidental, el ritual que acompaña a ese momento suele estar relacionado con el dolor, el miedo, el vacío o el respeto exacerbado hacia el cuerpo del finado. Gracias al antropólogo Nigel Barley y su libro "Bailando sobre la tumba" (Anagrama) sabemos que los Torajan, una tribu de Indonesia, utilizaban a sus muertos como estantes para guardar sus casetes -con los avances tecnológicos, probablemente le hayan buscado otra utilidad-, algo que a nosotros, imbuidos de una cultura judeocristiana en ocasiones tremebunda, nos parecería absolutamente irreverente. Algo más cercano e incluso deseable es el llamado cementerio alegre de Sapanza, un pueblo de la región rumana de Maramures, en los Cárpatos. El recientemente desaparecido Antonio Tabucchi describe en uno de los capítulos de "Viajes y otros viajes" cómo en los años treinta, un ebanista local, Ion Stan Patras, comenzó a decorar las cruces y las lápidas con vivos colores y con la imagen del fallecido realizando la profesión a la que se dedicaba -por ejemplo, un músico junto a su banda o un campesino en su tractor-. Pero las lápidas también pueden incluir un poema humorístico o los defectos del finado, por ejemplo su afición al alcohol o una infidelidad. El artista basaba su trabajo en una carta enviada en un sobre sellado por el cliente a modo de confesión o liberación final. Hoy, la tradición continúa.

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