Al ver la belleza natural de Jennifer Lawrence hemos recordado el excelente documental dirigido en 2002 por Rosanna Arquette "Searching for Debra Winger" en el que se explica la tiranía del "star system" y el ostracismo al que son condenadas algunas actrices que rondan los 40 años. En el mismo, la propia Winger, que se retiró del cine en su momento de máximo éxito, explica que un productor le aconsejó tomar pastillas para adelgazar porque su rostro en la pantalla aparecía demasiado "llenito". La actriz le dijo de todo menos bonito.
La cara de Lawrence rebosa juventud, pero debemos cruzar los dedos para que esta oscarizada intérprete americana de 23 años no tope con algún desaprensivo asesor de imagen que la convenza de que debe perder kilos. Y ya sabemos lo que viene luego: adelgazamiento severo, cara demacrado, arrugas y finalmente, bótox. De forma que Lawrence volvería a tener esos generosos pómulos que ahora goza, pero perdería la capacidad de gesticular. Y de seguir su prometedora carrera.
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