sábado, 31 de agosto de 2013

Cosmética, ¿una estafa millonaria?

Helena Rubinstein
Debemos a la historiadora y novelista británica Ruth Brandon el interesantísimo libro "La cara oculta de la belleza" que lleva por subtítulo "Helena Rubinstein, L'Oreal y la historia turbia de la cosmética" (Editorial Tusquets). Reveladora crónica de ese millonario negocio consistente en vender pócimas antiedad, a sabiendas de que sus resultados son prácticamente nulos. Los fundadores de ambos imperios no pueden ser más dispares. Helena Rubinstein era una judía sin recursos económicos y sin estudios, pero con un gran olfato para los negocios. Eugène Schueller, un científico de familia pudiente que simpatizó con la causa nazi y que a raíz de sus investigaciones sobre los tintes para el cabello fundó L'Oreal. Con el tiempo, ambas empresas cruzaron sus caminos, pues L'Oreal adquirió Helena Rubinstein. Y también llamaron la atención de la prensa rosa, pues tanto Rubinstein como Liliane Bettencourt, hija de Schueller, entraron en la senectud de la mano de jóvenes ávidos de sus respectivas fortunas.

Eugène Schueller
Brandon dedica los capítulos finales de su libro a desvelar la farsa de un negocio, el de los productos de belleza, que siguen moviendo millones de euros al año a pesar de la crisis económica. Uno de los motivos, apunta la autora, es el miedo de las mujeres -y también los hombres, nicho de mercado más reciente- a perder el trabajo, de ahí que incrementen sus cuidados estéticos. Pero los estudios insisten en que no hay crema de retrase el envejecimiento. ¿Por qué entonces seguimos comprando estos productos? Quizá, como dijo la propia Rubinstein, la clave esté en ese instante en que la mujer, tras cumplir con su ritual de belleza diario, se siente bien consigo misma.

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