viernes, 22 de noviembre de 2013

Algo falla en la lucha contra la violencia sexista

Algo falla cuando, tras 25 años de lucha contra la violencia sexista, las cifras siguen siendo escalofriantes. En los últimos diez años han muerto en España 700 mujeres, lo que supone una media de 70 al año. Esta cantidad no incluye las violaciones, el acoso sexual y demás agresiones, aunque se sabe que al año se cursan 140.000 denuncias por delitos o faltas relacionadas con la violencia de género.
Mesa de periodistas en la que participé
Decía 25 años de lucha porque esa es la larga trayectoria de la Coordinadora Estatal de Mujeres Abogadas, presidida por María José Varela y que los días 15, 16 y 17 de noviembre celebraron un congreso en la Facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona. Las conclusiones podeís encontrarlas en la página web de esta coordinadora, que vale la pena visitar si se quiere comprobar cómo ha evolucionado esta batalla en favor de las víctimas, tanto desde el punto de vista legislativo como jurídico.
La celebración de este último congreso ha coincidido con la sentencia del Tribunal de Estrasburgo que anula la llamada Doctrina Parot, lo que permite excarcelar antes de tiempo a delincuentes con largas condenas, entre ellos terroristas, asesinos y violadores en serie. Escribo esta entrada cuando está a punto de ser excarcelado Manuel González González, conocido como el "loco del chándal", quien asesinó a una mujer e hirió a otras quince con un punzón en las inmediaciones del Metro de Barcelona. El informe del equipo de tratamiento de la cárcel donde cumple condena es demoledor, pues advierte del "riesgo extremo" de reincidencia. Es decir, que no está rehabilitado. Las abogadas asistentes a las sesiones proponen la libertad vigilada, una figura que contempla el nuevo Código Penal, en los casos de violencia de género y contra la libertad e indemnidad sexual, en los que durante el cumplimiento de la pena no se hubiera conseguido la rehabilitación. Entienden que a través de esta medida debería prorrogarse el tratamiento rehabilitador. Pero ¿qué ocurre si el delincuente nunca ha querido rehabilitarse, como es el caso del "loco del chándal"?.
Cadáver de "la dalia negra"
Esta es una de las conclusiones del congreso, pero hay más. Yo me centraré en la mesa redonda a la que fui invitada y que llevaba por título "La explicación de la violencia en los medios". Asistimos Milagros Pérez Oliva (El País), Eva Peruga (El Periódico de Catalunya), Carol Espona (TVE) y yo misma, representando a ABC. Milagros y Eva ofrecieron una impecable exposición teórica sobre el androcentrismo informativo, mientras que Carol y yo nos centramos más en el periodismo de calle, en las dificultades que tienen los periodistas para explicar la violencia de género de formar digna, rigurosa, sin caer en el sensacionalismo y preservando la intimidad de las víctimas. Admito que yo fui especialmente autocrítica, pues la crisis económica y el recorte de las plantillas y del papel provocan que el profesional carezca de tiempo para tratar este delicado asunto. Porque, manuales de estilo aparte, el buen periodismo requiere de eso, de tiempo para investigar, hablar con todas las partes implicadas, localizar personas, comprobar los distintos puntos de vista. Internet es una maravillosa herramienta, pero también un arma de doble filo, pues el periodista debe competir con redes sociales, videoaficionados y webs que explican en tiempo real lo ocurrido.
Eso me hizo recordar un estupendo documental que vi hace poco titulado "La Dalia Negra", que narra el asesinato nunca resuelto de Elisabeth Short, una joven aspirante a actriz de Hollywood. Las fotos del cadáver, descuartizado y con profundas laceraciones, fueron publicadas en los años cuarenta por la prensa sin ningún tipo de pudor (hoy circulan por Internet), pues los periodistas llegaron al escenario de tan atroz hallazgo antes que la policía. Me pregunto si hoy se publicarían.
También me pregunto si los medios de comunicación nos hemos equivocado en el tratamiento de esta violencia, porque si algo falla en el circuito de prevención, persecución y condena de estos delitos, a lo mejor somos corresponsables. Yo insisto en el necesario rigor, que pasa por una relación de confianza entre el periodista y sus fuentes. Cultivarla es imprescindible, pero eso, de nuevo, es cuestión de tiempo.

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