lunes, 6 de octubre de 2014

La religión, fuera de la política

Marina Silva (Foto: RTVE)
Marina Silva, líder del Partido Socialista de Brasil, se ha caído de la carrera presidencial y serán sus dos contrincantes, Dilma Rousseff y Aécio Neves, quienes se disputarán la segunda vuelta. Silva deja atrás una campaña en la que hizo demasiadas concesiones a la comunidad evangélica, a la que ella misma pertenece y que cada vez es más fuerte en el país brasileño. La candidata ha sucumbido a las presiones religiosas de tal manera que retiró su apoyo al matrimonio homosexual alegando un "error" en su programa electoral. Intuyo que esos vandazos han sido decisivos en su derrota.
En un país democrático, y Brasil lo es, mezclar religión y política es un mal negocio. Y un anacronismo, pues en pleno siglo XXI, la fe no debería influir en las decisiones de nuestros gobernantes. En España, el Gobierno cedió a los lobbies más conservadores y emprendió la reforma de la ley del aborto sin consenso. Hoy, ese anteproyecto está en suspenso, ha habido relevo en el Ministerio de Justicia y es muy posible que esa reforma no vea nunca la luz. Tanta injerencia me parece que la Iglesia Católica influya en las leyes de un Estado laico como que la Iglesia catalana se pronuncie sobre el derecho a decidir o la autodeterminación. Quizá el problema sea de los medios de comunicación, que prestamos demasiada atención a esas valoraciones. Pero hace unos días, me quedé de piedra al ver un programa en 13TV en el que un sacerdote aseguraba que en un matrimonio "hay que perdonarlo todo" porque "estamos en manos de Dios".
¿Y en manos de célibes que nunca tendrán hijos ni experiencia matrimonial? Ni hablar.

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