Jack Nicholson en "Algunos hombres buenos" |
Hoy toca hablar de Óscars. Y si la trama del espionaje descubierta en Cataluña no fuera tan chapucera, el ex director de Seguridad Ciudadana de la Generalitat, Xavier Martorell, encajaría perfectamente en el papel del coronel Nathan R. Jessup interpretado por Jack Nicholson en la película «Algunos hombres buenos», que en 1992 recibió cuatro nominaciones:
«¡Tú no puedes encajar la verdad! Vivimos en un mundo que tiene muros, y esos muros tienen que estar vigilados (...) Tú no quieres la verdad porque, en zonas de tu interior de las que no charlas con los amiguetes, me quieres en ese muro. Me necesitas en ese muro».
Así justificaba Jessup/Nicholson sus oscuros métodos para garantizar la seguridad de los Estados Unidos. Y así imagino a Martorell excusándose ante el presidente Artur Mas por haber encargado trabajos a Método-3 en aras a proteger Cataluña en su largo proceso de construcción nacional.
Resulta algo injusto que este dirigente de CDC recurra por patriotismo a un «código rojo», como hace Jessup, y que su propio partido le aplique luego un «código ético». Sobre todo si éste es presentado por Oriol Pujol, cuya inculpación por el caso de las ITV parece inminente. Si algo se le puede reprochar a Martorell es que no calibrara bien sus fuerzas, pues un máster en Criminología no es suficiente para dirigir un servicio secreto catalán. Como tampoco resulta muy compatible estudiar en ESADE e IESE y codearse con el proceloso mundo del espionaje local, por el que desfilan ex policías y ex periodistas, todo hay que decirlo, de dudosa reputación. Se equivoca Mas cuando habla de «guerra sucia», pues ésta sólo es posible entre iguales y Cataluña, como él mismo admite, carece de estructuras de Estado capaces de crear una unidad de inteligencia. Otra cosa es jugar a la intriga, como también hicieron David Madí o Miquel Sellarès, cuya afición a los informes acabó con sus carreras políticas.
Lo ocurrido aquí es mucho más simple: un aspirante a Bourne contactó con la agencia de detectives más turbia y mediática de la ciudad, y dejó un amplio rastro de pruebas. Y lo que es peor: no había un bien general a proteger, sino puro interés de partido. Definitivamente, no necesitamos a Xavier Martorell en el muro, donde, como mucho, sería merecedor de un premio Razzie.
Resulta algo injusto que este dirigente de CDC recurra por patriotismo a un «código rojo», como hace Jessup, y que su propio partido le aplique luego un «código ético». Sobre todo si éste es presentado por Oriol Pujol, cuya inculpación por el caso de las ITV parece inminente. Si algo se le puede reprochar a Martorell es que no calibrara bien sus fuerzas, pues un máster en Criminología no es suficiente para dirigir un servicio secreto catalán. Como tampoco resulta muy compatible estudiar en ESADE e IESE y codearse con el proceloso mundo del espionaje local, por el que desfilan ex policías y ex periodistas, todo hay que decirlo, de dudosa reputación. Se equivoca Mas cuando habla de «guerra sucia», pues ésta sólo es posible entre iguales y Cataluña, como él mismo admite, carece de estructuras de Estado capaces de crear una unidad de inteligencia. Otra cosa es jugar a la intriga, como también hicieron David Madí o Miquel Sellarès, cuya afición a los informes acabó con sus carreras políticas.
Lo ocurrido aquí es mucho más simple: un aspirante a Bourne contactó con la agencia de detectives más turbia y mediática de la ciudad, y dejó un amplio rastro de pruebas. Y lo que es peor: no había un bien general a proteger, sino puro interés de partido. Definitivamente, no necesitamos a Xavier Martorell en el muro, donde, como mucho, sería merecedor de un premio Razzie.
(Artículo que publiqué en ABC el 25 de febrero de 2012)
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