Penique alterado con consigna sufragista |
Lo explica el director del British Museum, Neil MacGregor, en su libro "La historia del mundo en 100 objetos" (Debate). El eslogan desfiguraba la efigie del rey Eduardo VII, lo que era considerado un acto delictivo, pero garantizaba mejor el anonimato de sus autoras, víctimas hasta entonces de una dura represión policial. Estas activistas rompían escaparates, irrumpían en los juicios celebrados en los tribunales, protagonizaban huelgas de hambre, se encadenaban a las verjas del número 10 de Downing Street o introducían bombas carta en los buzones. Una de las acciones más radicales consistió en rasgar mediante hachazos el cuadro de Velázquez "La Venus del espejo" que exhibía la National Gallery de Londres. La más trágica fue protagonizada por Emily Davison, que murió al arrojarse a los pies del caballo del rey en el Derby de 1913.
"No temo en absoluto que la mujer le usurpe el poder al hombre. Lo que temo es que nosotros la invitemos involuntariamente a pecar contra la delicadeza, la pureza, el refinamiento y la elevación de su propia naturaleza, que son las actuales fuentes de su poder", aseguraba el primer ministro británico William Gladstone para justificar su resistencia a otorgar el voto a las mujeres.
Según recuerda MacGregor en su libro, en 1918 se concedió el derecho al voto a las mujeres británicas de más de 30 años y, en 1928, se extendió a las mayores de 16.
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