jueves, 30 de mayo de 2013

Los límites del humor

El humor nos consuela de lo que somos y la imaginación, de lo que no somos. Woody Allen dijo en una ocasión que no hay límites en este terreno y que puede bromearse sobre cualquier cosa. ¿Es cierto eso? A juzgar por los guiones de Louis C.K., comediante americano de origen húngaro, actor, productor y director, debe ser cierto que todo está permitido. En su programa de la cadena televisiva de cable FX, "Louie", este humorista se permite el lujo de reírse de la pederastia, los atentados del 11-S y de las violaciones. Posiblemente, sus monólogos no serían aceptados en la televisión pública, pues a mi juicio, rozan el mal gusto. Pero eso es, obviamente, algo muy subjetivo.
Louis C. K.
Al otro lado del charco, en Holanda, un programa de televisión de la cadena VARA que se burlaba de la reciente muerte de un militar degollado en Londres, ha encendido la polémica. En el mismo, se parodiaba el Festival de Eurovisión, donde Reino Unido estaba representado por dos jóvenes negros que empuñaban cuchillos ensangrentados.




Muchas son las razones que llevan a un espectador a indignarse ante este tipo de bromas. Dependerán, entre otras cosas, de las creencias personales, de las costumbres sociales, de un cierto relativismo moral, incluso. En este sentido, es inevitable recordar el planteamiento que Umberto Ecco hacía en su libro "El nombre de la rosa" en el que el móvil de una serie de crímenes cometidos en un monasterio benedictino tiene que ver con el humor y su capacidad de hacer perder el miedo ante determinados dogmas.

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