(Artículo que publiqué en ABC el 6 de mayo)
A diferencia de Mariano Rajoy, que cometió el error de sustanciar un par de ruedas de prensa a través de una pantalla de plasma, hay que reconocer que el presidente catalán, Artur Mas, no es demasiado dado a esas fórmulas. Excepto en aquella ocasión en la que, en plena campaña electoral, apareció de esa guisa en un programa de televisión de gran debate y alcance nacional, mientras otros candidatos hablaban en directo. Claro que en el pecado llevó la penitencia, pues nunca antes se le había visto tan tenso y malhumorado, ya que ese sistema impide un diálogo ágil con el resto de contertulios. Yo me barrunto que la culpa fue de su «dircom», que lleva el presidencialismo hasta extremos caricaturescos. Recuerden aquella cumbre de Pedralbes, muy al estilo «Whitehouse», convocada para abordar medidas económicas y en la que los representantes del resto de formaciones políticas se sintieron tratados como segundones. La obligada austeridad ha condenado al Palacio de Pedralbes, que también solía acoger los fastos del día de Sant Jordi, al olvido institucional. Qué lejos queda aquel almuerzo y recepción que dieron la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarín el día de su boda...
Eran otros tiempos, por lo que la corte del rey Arturo ha trasladado sus «happening» a otro palacio, el de la plaza Sant Jaume, donde hoy se celebrará una cumbre sobre el derecho a decidir al que PSC e ICV acudirán a regañadientes, porque entienden que tienen que estar, pero desconfían de la posibilidad de consenso y del uso partidista que puedan hacer los nacionalistas. También recelaba el propio Mas de aquella otra cumbre económica propuesta por los socialistas y finalmente la anuló. Pero claro, donde se ponga el proyecto soberanista, que se quite lo demás. Y así estamos, a la espera de que se convoque un pleno monográfico sobre la crisis en el Parlamento catalán, que ese asunto sí que es abordado en diferido por el Ejecutivo catalán.
Un Ejecutivo cuyos miembros han hecho suya la premisa de ningunear a la «prensa española», mientras que a la «catalana» se le ponen condiciones para conceder entrevistas: día de publicación, temas a tratar y cuestionario previo, pues todo se sabe en este pequeño mundo periodístico. No sé qué es peor, si una comparecencia vía plasma en la que no se admiten preguntas o esos discos solicitados de determinados consejeros. Y es que la acción de gobierno de Mas tiene mucho de falso directo, pues simula un tiempo real, cuando en verdad, o va adelantado -el futuro solo pasa por la independencia- o retrasado -¡ay ese 1714!-. El presente permanece congelado. «Plasmado».
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