domingo, 17 de marzo de 2013

La alfombra roja del cadalso


Ana Bolena
María Estuardo
Como no podía ser de otra manera en una época en la que las ejecuciones constituían todo un acontecimiento social, los cronistas nos han dejado la morbosa descripción de los atuendos utilizados por las reinas que perdieron la cabeza y la vida en el cadalso o en la guillotina. Todas ellas guardaron la compostura en su recorrido por una alfombra roja teñida de sangre ante la mirada atenta de hombres, mujeres y niños, tal era la misión ejemplarizante de estas condenas. Así, sabemos que María Estuardo, reina de Escocia, ejecutada en 1587 por participar en un complot contra su eterna rival Elisabeth I de Inglaterra, se visitió minuciosamente para su muerte. Según explica Stefan Zweig en su biografía de la monarca católica, "para este último y sangriento minuto María Estuardo se ha hecho preparar ropa interior roja como la sangre y guantes largos rojos como el fuego, para cuando el hacha caiga sobre su nuca la sangre que salte no reluzca demasiado sobre la ropa. Jamás una mujer condenada se ha preparado para la muerte de forma más artística y soberana".

No era la primera reina en morir decapitada. Ni tampoco la que había elegido el color rojo para ese último aliento de vida. Previamente, Ana Bolena también murió de esta forma en 1536 por conspirar contra su marido, Enrique VIII. "Llevaba puesta una enagua roja bajo un vestido gris oscuro de damasco, adornado con pieles. Su pelo estaba recogido y llevaba un tocado Gable en lugar de su acostumbrado tocado francés", explica el gobernador de la torre donde Ana pasó retenida sus últimos días. 
María Antonieta
Años después, en 1793, sería María Antonieta, esposa de Luis XVI, la que acudiría a su cita con el cadalso. De nuevo es Zweig quien explica su indumentaria. "Se viste entonces la reina con especial cuidado. Desde hace más de un año no ha vuelto a pisar la calle ni ha visto sobre su cabeza el cielo libre y dilatado: precisamente este último deseo debe hacerlo limpia y decentemente vestida; no es una vanidad femenina lo que la determina a ello, sino el sentimiento de la dignidad en este hora histórica. Cuidadosamente se ajusta el blanco vestido mañanero, envuelve su cuello con un fichu de suave muselina, escoge sus mejores zapatos; oculta su encanecidos cabellos con una cofia de dos volantes".



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