Plaza Sant Jaume y rótulo de cuenta atrás de la consulta del 9N |
Lo peor del proceso secesionista es que obliga a quienes nacimos y vivimos en Cataluña a elegir entre el nacionalismo catalán y el nacionalismo español, como si no hubiera matices, ni grises, ni terceras vías. Desgraciadamente las posturas están tan enconadas que quienes no creemos en banderas, ni en patrias, ni en identidades tenemos que dar demasiadas explicaciones. ¿Qué es sentirse catalán? ¿Un idioma? Porque en Baleares y en la Comunidad Valenciana se habla también en catalán, mientras que en Galicia y País Vasco se utilizan, asimismo, dos idiomas. ¿Un paisaje? La Costa Brava es bastante similar a la gallega. ¿Un clima? Es común a toda la cuenca mediterránea. ¿Una historia? Todos los territorios tienen una, llena de substratos, intercambios y evoluciones. La tiene Andalucía, de donde procede toda mi familia. Hago extensiva esta reflexión a la pregunta ¿qué es sentirse español? en base a esa pluralidad apuntada.
Al final llego a la conclusión que no hay razones para la independencia, lo que hay son sentimientos. Y gobernar en base a los sentimientos resulta peligroso.Obligada, pues, a definir mi identidad, he encontrado una descripción que se ajusta perfectamente a lo que siento gracias al excelente escritor Javier Pérez Andújar. En su libro "Los príncipes valientes" (Tusquets) relata así su concepto de pertenencia:
"(...) encontraré una connivencia de linajes con apellido emigrado y con familia inmigrada, y más allá del desarraigo o de la integración culturales, uno, que se sueña un solitario entre rascacielos, en lo que va a creer es en la radicalidad de su idiosincrasia, en el arraigo en uno mismo y en la integración en uno mismo y en un no hacer concesiones a ninguna comunidad ni a ningún colectivo. Me daré cuenta rápidamente de que no puedo pertenecer más que a mi propia biografía, y que, en resumen, soy tan solo el puñado de palabras que conozco. Y cuando me dé por preguntarme si, ya que no tengo un sentido de pertenencia geográfica o nacional, por lo menos habré sabido mantener una pizca de la ideología política que fluía en nuestra casa, descubriré que el socialismo materialista de mi padre, de revisión salarial anual y de horas extraordinarias retribuibles, y su internacionalismo de trabajadores de las fábricas del mundo, los he ido transformando en un internacionalismo de leer revistas extranjeras en el sofá, y en un socialismo de lecturas utópicas..."Lo suscribo íntegramente.
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