Más de 400 millones de personas están llamadas a votar en las elecciones europeas que se celebrarán el próximo mes de mayo. Unos comicios que se celebran en pleno auge de los partidos populistas y el euroescepticismo, una combinación peligrosa. Nunca han despertado demasiado entusiasmo estas elecciones que, en España por ejemplo, registraron un índice de participación en 2009 que no alcanzó el 45%. El proyecto frustrado de elaborar una Constitución europea da idea de esa despreocupación por las normas comunes. Las campañas electorales suelen centrarse en asuntos locales y este año es inevitable que el proceso independentista -¿una Cataluña independiente saldría de la UE?- monopolice los debates en esta comunidad y quizá más allá de sus fronteras.
En estos últimos cuatro años los europeos han sufrido una de las crisis más graves de los últimos años y en el imaginario popular permanece la imagen de la cancillera alemana Angela Merkel marcando el paso económico, confirmando así esa vieja idea de que la UE debería ser más europea y menos alemana.
La crisis, por tanto, ha afectado más a unos países que a otros. Grecia ha alcanzado un índice de paro del 28% y una deuda pública que obligó a aplicar fuertes recortes, mientras que Chipre sufrió lo que popularmente se denomina un "corralito", esto es, la imposición de una quita en los bancos para pagar el rescate. El voto en las europeas es obligatorio en Grecia y Chipre, dos países con una fuerte recesión. También lo es en Bélgica y Luxemburgo, países que, por contra, se encuentran entre los más ricos de la UE. En Luxemburgo se imponen multas de hasta mil euros a los reincidentes y en Bélgica, una persona puede ser eliminada del censo si no acude a votar en cuatro ocasiones.
¿El voto es un derecho, un deber o una obligación? ¿Ser pobre o rico condiciona el voto? ¿El voto obligado aumenta la participación? El International Institute for Democracy and Electoral Assistence elaboró en 2007 un artículo sobre el voto obligatorio en América Latina. Incluye interesantes reflexiones y un cuadro sobre el tipo de sanciones que se aplican en caso de incomparecencia electoral. Según este informe:
"El aumento de la participación electoral asociado al voto obligatorio puede atribuirse más a un rasgo de cultura política que a la obligación misma, teniendo en cuenta que las sanciones por su incumplimiento, a menudo, no se aplican o son bajas, tanto en su expresión de sanción privativa de libertad o de tipo pecuniario, o se aplican por mecanismo judiciales sobrecargados para tal tramitación, considerando las dificultades por la cantidad de infractores y la imposibilidad de citar a un gran número de ellos".Asimismo:
"La instauración del voto obligatorio buscaba, entre otras cosas, asegurar la concurrencia de los ciudadanos a las urnas. Sin embargo, los datos y experiencias disponibles no permiten constatar correlaciones concluyentes entre el voto obligatorio y la participación electoral en América Latina. Debe advertirse que, metodológicamente, no es posible comparar el grado de participación antes y después del establecimiento del voto obligatorio, pues en la mayoría de los casos las estadísticas electorales disponibles coinciden o son posteriores a la introducción del voto obligatorio".
Es una reflexión muy interesante, pero el informe sirve de apoyo a mi opinión: la obligación al voto me parece más bien poco efectiva. El voto es un derecho, un deber y una obligación, pero todo ello del punto de vista moral, no legal.
ResponderEliminarTal vez no sea una cuestión de ser rico o pobre, sino de tener educación y sentido común (admito que hay relación entre el nivel socioeconómico y el nivel de educación en la gran mayoría de los casos). Es cuestión de que al votante le importe. Si el que acude a las mesas no cree que hará la diferencia, entonces será exactamente así y no hará ninguna diferencia. No sé, hablo desde mi experiencia personal. La política me interesaba muy poco hasta que comencé a sentirme personalmente afectada.
Sólo entonces di mi voto, con el motivo egoísta de sentirme con el derecho a la protesta posteriormente. Otra vez, es un asunto moral: la ley ya me permite la protesta, haya votado o no.
Buena reflexión.
Abrazos.