"Ni siquiera en la arquitectura europea de la época puede encontrarse nada tan vulgar y pretencioso". Así describe Gerald Brenan el templo de la Sagrada Familia de Barcelona en su libro "El laberinto español" (1943). El inglés atribuye la responsabilidad de esta obra a "una burguesía ultracatólica de nuevos ricos", deseosa de "exhibir su fervoroso nacionalismo y el orgullo por su dinero". Yo nunca hubiera encajado a Brenan en esa categoría de escritores ingleses que contribuyeron a extender la idea de que España huele a ajo. Puede que su amiga, la muy esnob Virginia Woolf, sí lo hiciera cuando le visitó en la Alpujarra granadina. Pero su crítica a la obra de Antonio Gaudí tiene un cierto tufo a prepotencia británica, aquella que se sorprende de que en un país perezozo y gandul, tal como su compatriota Richard Ford describió España en 1846, pueda surgir un arte tan original.
|
La Sagrada Familia (Wikipedia) |
Obviamente, no es obligado hacer una elegía de España -"Viaje por España" de Hans Christian Andersen, resulta casi tan naif como sus cuentos, dado su excesivo entusiasmo- ni tampoco ser fan de Gaudí. El catalán Avelí Artís i Gener ("Tísner"), de cuyo nacimiento se celebra este año el primer centenario, no lo era, pues en su libro "Guía inútil de Barcelona" (1967), escribe: "Que se me perdone la irreverencia, pero en mi vago recuerdo el fenómeno Gaudí se me mezcla con el fenómeno Eixample, con la desorbitada Barcelona producto del rápido crecimiento después de la Exposición Universal de 1888. En mi memoria, Gaudí era uno más en el grupo de aquellos arquitectos truculentos. Y me sabe mal no haberle descubierto la genialidad, que proclamaban todas las revistas de arte del mundo".
Coinciden Brenan y Tísner en el carácter ostentoso de la obra de Gaudí, aunque el inglés profundiza en las causas políticas. Califica a Cataluña como una comunidad "negociante e industriosa" cuyos miembros lamentaban "tener que sudar y trabajar para que vivan diez mil zánganos en las oficinas del gobierno de Madrid" y "aunque su población es sólamente un octavo de la de toda España, ellos pagaban la cuarta parte de los impuestos del Estado y solo un décimo del presupuesto total volvía a sus provincias". La denuncia del pacto fiscal, como se ve, ya fue reproducida por Brenan, quien afirma que esta queja se remonta a 1640. "Cuando estos sentimientos se les subieron a la cabeza a los fabricantes catalanes, mezclados con el clericalismo de las clases acomodadas de las ciudades y con la tradición carlista de las zonas rurales, fue cuando el nacionalismo catalán se convirtió por primera vez en una fuerza poderosa y desintegradora de la política española", dice el autor inglés. Hasta hoy.
PD: A Tísner, el templo de Gaudí le recordaba "los castillos de arena mojada que hacíamos en la playa. Si la dejábamos escurrir entre los dedos se amontonaba como estalagmitas y producía sagradas familias muy aceptables".