viernes, 9 de octubre de 2015

Cataluña, encuentros en la tercera vía

Resaca electoral y futuro en suspenso. El convulso proceso secesionista, que Cataluña arrastra desde hace cinco años, ha entrado en una especie de fase REM a la espera de que Junts pel Sí y CUP concluyan sus negociaciones sobre el qué -hoja de ruta- y el quién -el futuro presidente de la Generalitat-.Ambas formaciones pretenden ganar tiempo. La candidatura de Mas, porque no puede sucumbir a las exigencias de un aliado que quiere salir de la UE, nacionalizar la banca y romper toda negociación con el Estado. La CUP, porque no puede permitirse ser recordada como la fuerza política que boicoteó el primer Gobierno independentista desde la Transición.
Condenadas a entenderse, JxS y CUP administran sus silencios, entre otras cosas, porque tras muchos meses de desafío legal, pronunciamientos judiciales y declaraciones soberanistas, estas dos formaciones independentistas deben pasar a la acción. Y eso da miedo. Artur Mas se ha dado 18 meses de plazo para lograr el Estado propio, con la esperanza de que el Gobierno español le busque una salida. Antonio Baños asegura que el plebiscito ha fracasado y que no se puede aprobar una declaración unilateral de independencia porque, el pasado 27-S, no hubo mayoría de votos secesionistas.

Es inevitable formularse esta pregunta: ¿hay algún partido en Cataluña que quiera realmente la ruptura con España?. Yo creo que no.
Hay un lugar común, llamado tercera vía, en el que podrían convivir muchas sensibilidades, pero no da grandes titulares, no se presta a soflamas callejeras y tiene difícil explicación. Sin embargo, las propuestas que se pueden encontrar en espacio ideológico son reales, ya se han practicado, ya se aplican en otros lugares del mundo, cosa que que no ocurre con una independencia que nadie sabe qué forma tendrá ni qué consecuencias económicas provocará. Estado federal, confederal, asociado, pacto fiscal... Hay distintas formas de potenciar un territorio sin necesidad de romper lazos políticos y/o sentimentales. Solo el nacionalismo recalcitrante, tan mal visto en Europa, impide encontrar consensos. Una reforma constitucional o varias reformas estructurales. Salir del inmovilismo es posible, siempre y cuando haya una voluntad de progreso que trascienda el interés partidista. "El nacionalismo es la guerra", advertía recientemente el presidente francés François Hollande.
PSC y UDC se decantan por esa tercera vía. Catalunya Sí Que Es Pot también abogan por mejoras que no impliquen una secesión. PP y Ciudadanos, a quienes se acusa de defender una recentralización, no van a tener más remedio que dar un paso firme hacia el cambio en la próxima legislatura española, dado que la crisis económica, afortunadamente, comenzará a remitir y ya no habrá excusa para relegar el problema territorial.

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