Ha sido un placer conocer a José Antonio Rodríguez, un encantador abuelo de 83 años lleno de vitalidad y de historias que contar. Nacido en Gor, un pequeño pueblo de Granada, emigró a Barcelona en busca de un futuro mejor como tantos andaluces en los años sesenta. Durante más de tres décadas, trabajó en Seat, empresa de automoción a la que después se incorporaron su hijo y su nieto. Tres generaciones de Rodríguez que han ayudado a levantar la economía de este país. Este es el reportaje que publiqué en ABC el pasado domingo:
El motor de la economía
"El abuelo José Antonio es picarón y lo sabe. Con 83 años muy bien puestos, agarra del brazo a esta redactora y, mientras recorre la cadena de producción de la que fue su empresa durante tres décadas, le confiesa al oído: "A mí este trabajo me dio la vida".
Los Rodríguez son el pasado, el presente y el futuro de España. José Antonio (Pepe) conoció la posguerra, pero también el despegue de una industria que revolucionaría las costumbres de la sociedad española. Su hijo, que heredó nombre y vocación, ha vivido el salto a los mercados internacionales y la durísima crisis económica que ha sufrido nuestro país. Al más pequeño, David, le toca asistir al fin de la recesión y a la consolidación de un sector, el de la automoción, motor de la economía española.
Los tres aman su trabajo. Sobre todo Pepe, que, como muchos andaluces, un buen día decidió subirse al "Sevillano" –así se llamaba al tren que cubría el trayecto entre Sevilla y Barcelona, aunque en Andalucía era conocido como el "Catalán"– para probar fortuna en una tierra donde trabajadores procedentes de toda España ayudaron a levantar un sector industrial en auge.
José Antonio nació en Gor, un pueblo de 800 habitantes de Granada. Con 6 años, se trasladó con sus padres a Guadix, donde trabajó en la estación de ferrocarril. Ya casado y con dos hijos, cogió su maleta de cartón y, acompañado de la familia de su hermano, emigró a Cataluña. Se instalaron en Santa Coloma de Gramanet (Barcelona), donde, durante cinco años, compartieron piso ambas familias. "Primero trabajé en la obra, luego en una fundición en Badalona. Hasta que un amigo me dijo que buscaban gente en Seat. Tuve que engañar a mi antiguo jefe para presentarme en la fábrica", explica. Recuerda perfectamente el día en que se incorporó a la planta del polígono industrial de la Zona Franca, situado a los pies de la montaña de Montjuïc: el 23 de diciembre de 1968.
El primer fabricante de automóviles español había nacido en 1950. Por su situación geográfica, por sus comunicaciones y su larga tradición automovilística, Barcelona fue elegida como la sede adecuada para instalar una planta de la que saldría el mítico Seat 600. La industria del motor se extendería después por toda España: Vigo, Palencia, Navarra, Zaragoza, Valencia, Valladolid…
"A mí este puesto me dio mucha seguridad. Trabajaba mucho, pero dormía mejor", explica José Antonio, que empezó en el taller de tapizados. Su primer sueldo: 2.000 pesetas. Cuenta que cada día se llenaban tres vagones del metro con trabajadores de Seat. "Ya entonces había mujeres trabajando en la Zona Franca", explica. El jueves, este octogenario visitó la factoría que la marca tiene desde 1993 en Martorell (Barcelona) acompañado de su hijo y su nieto, reunidos por ABC. "Esto es una maravilla", repetía al ver la cadena de producción, los robots –hay más de 2.000– y, sobre todo, "lo limpio que está el suelo, ¡casi se podría comer una plato de sopa encima! En la Zona Franca también había mucha limpieza". El mismo año en que Seat abandonaba el polígono barcelonés para trasladarse a esta enorme planta de Martorell, Pepe se jubilaba.
En estas instalaciones trabajan 14.000 personas de 45 nacionalidades diferentes. Un 21 por ciento son mujeres. Estas se incorporaron a la cadena de producción durante la fabricación del Seat Ibiza, el primer coche que tuvo el Rey Felipe, y que, una vez restaurado, se guarda en el Museo de Seat.
"Cada vez que hay un lanzamiento, los trabajadores pasamos de los nervios a la euforia. Porque eso es muy buena señal", explica el hijo de José Antonio, de 58 años. Con 15 años, su padre le dijo que podía entrar en la escuela de aprendices de Seat, pero debía pasar una serie de pruebas. Por culpa de un dolor de muelas estuvo a punto de no superar la revisión médica.
Actualmente es encargado de producción. Y la experiencia debe de haber sido muy positiva porque ya hay tercera generación: David, de 23 años, pertenece a la primera promoción de la Formación Profesional Dual que ofrece Seat, inspirada en el modelo alemán, pues como se sabe la firma está integrada en el grupo Volkswagen desde 1986. No es fácil entrar en esta academia, ya que el año pasado se presentaron 3.000 solicitudes para 70 plazas. Este joven trabaja en el Centro de Prototipos de Desarrollo (CPD), donde se hacen los "número 0" de los coches, y no descarta aprovechar la movilidad que le ofrece la empresa para trasladarse a otro país donde la marca tiene presencia.
Un oficio
David explica que algunos de sus amigos optaron por estudiar en la Universidad, pero no han encontrado trabajo, mientras que él decidió tener un oficio y ahora es protagonista de uno de los momentos álgidos del sector de la automoción.
En el primer trimestre de este año, la producción de vehículos en España superó las 714.000 unidades, lo que supone un incremento del 15,5% respecto al mismo período del año pasado. A lo largo de 2014, se fabricaron 2,4 millones de unidades. Un total de 240.000 españoles trabajan en las plantas de fabricación de automóviles y de componentes. En estos momentos, nuestro país es el primer productor europeo de vehículos industriales, el segundo productor de turismos de la Unión Europea y el noveno productor de turismos a nivel mundial. Respecto a Seat, en 2014 alcanzó un volumen de negocio de casi 7.500 millones de euros, la cifra más alta de su historia, con una ventas mundiales de 390.500 unidades. La compañía exporta el 80% de sus vehículos a 75 países.
El abuelo José Antonio, que ahora cuida su huerto y toca la guitarra en una rondalla en la Casa de Granada, echa de menos a sus antiguos compañeros de trabajo. "Éramos como una familia", dice. Buena gente.
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