viernes, 30 de diciembre de 2011

Crónicas de la Cataluña profunda

(Artículo que publiqué en ABC el pasado 12 de diciembre)

El excelente libro del periodista Joe Bageant «Crónicas de la América profunda», además de pegarle un revolcón al demagogo Michael Moore, analiza los motivos que llevan a la clase trabajadora de ese país a apoyar en las urnas el capitalismo darwiniano que defiende el Partido Republicano. Salvando las distancias, se podría establecer cierto paralelismo con el aumento del voto a CiU y PP en la Cataluña profunda, sobre todo en el área metropolitana. Y que nadie se ofenda por la expresión, porque los americanos utilizan calificativos mucho más peyorativos para quienes viven en zonas industriales o rurales. El votante asalariado ha recibido mensajes muy confusos por parte del partido que supuestamente debía proteger sus intereses, pues el socialismo, en su versión catalana, pasó de ser obrero a estar representado por una elite urbanita liderada por Pasqual Maragall y sus amigos intelectuales de Ciutadans pel Canvi, grupo éste último en vías de disolución.
El testigo de esa socialdemocracia aburguesada, ya en tiempos del nada esnob José Montilla, fue recogido por jóvenes como Laia Bonet o Jaume Collboni, miembros de una generación perdida denominada «blackberry». Que estos chicos bien le pidieran el voto a los trabajadores de la SEAT chirríaba tanto como que un pijo de Wall Street buscara complicidades en un pueblo de Virginia.
Al igual que en Estados Unidos, el error de bulto de la izquierda ha consistido en tratar como clase media a la clase trabajadora, fomentando el gasto sin límite tanto a nivel público como privado —¿pudo el PSC regular las hipotecas abusivas? ¿puede concebir un votante socialista que su partido indulte a un banquero delincuente?—. Hasta que la crisis hizo inventario de los bienes que realmente posee un asalariado, muy pocos. Ello propició el giro hacia un conservadurismo que encaja con las políticas de seguridad e inmigración defendidas por el PP, o hacia el fundamentalismo (tan americano en su versión religiosa) que predica Artur Mas consistente en prometer el paraiso fiscal o una vida plena fuera de España. El PSC intentó acercarse a ese credo soberanista cuando gobernaba con ERC, y ya se sabe lo que pasa con la fe del converso.
Soberanismo, socialdemocracia, intelectualidad... Corren malos tiempos para la transversalidad política y nada cambiará tras el congreso que el PSC celebrará el próximo fin de semana si sus futuros líderes no rearman su discurso para adaptarlo a esa Cataluña profunda y real. Lo contrario abocaría al partido a un nuevo cierre en falso, como ocurrió en el cónclave de Sitges de 1994.

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