sábado, 25 de febrero de 2012

Eurovegas en el Fórum

BCN.CAT
El gobierno catalán, que se disputa con el del Madrid el proyecto Eurovegas del magnate americano Sheldon Adelson, ha comenzado a maquillar el contenido de esa macrosuperficie destinada al juego y el espectáculo. El presidente de la Generalitat, Artur Mas, advierte ahora de que los casinos sólo ocuparían un 3 o un 4% de ese complejo y que la mayoría de instalaciones serían hoteles, centros de convenciones o "spas". Cabe recordar que ya tenemos una zona junto al mar llamada Fórum en el barrio barcelonés del Besós que acoge establecimientos hoteleros y centros de negocios sin demasiada actividad. Por tanto, si ese proyecto se lleva a cabo finalmente, hay que hacerlo con todas las consecuencias, es decir, tomando como modelo real la ciudad de Las Vegas. Y qué mejor emplazamiento precisamente que el Fórum, situado junto al mar, donde pueden atracar cruceros -recuerdo a quienes se rasgan las vestiduras que estos grandes barcos disponen de mesas de juego y zonas donde se puede fumar- y habilitarse locales de ocio nocturno. De esta forma se sacaría rendimiento a una zona infrautilizada.

viernes, 17 de febrero de 2012

¿La corrupción forma parte de la cultura de un país?

La dimisión del presidente alemán Christian Wulff por un supuesto caso de corrupción y tráfico de influencias coincide con la publicación del Eurobarómetro de la Comisión Europea, según el cual, la corrupción sigue siendo un problema importante en la UE que, según el ciudadano, ha aumentado en los últimos tres años. El sondeo se realizó en septiembre de 2011 en los 27 países de la UE. El 8% de los encuestados asegura que el año pasado alguien les pidió un soborno. La corrupción, indica el informe, cuesta a Europa la friolera de 120.000 millones de euros al año.
Para mí, el dato más llamativo es que dos de cada tres europeos cree que la corrupción es inevitable y que forma parte de la cultura empresarial de su país. Esta percepción es más intensa en Chipre, Grecia, Italia o Chequia. Asimismo, España se encuentra entre los países donde la corrupción es percibida como uno de los problemas más importantes. Curiosamente, Alemania figura entre los menos preocupados por esas prácticas.
La mayoría de los europeos piensa que hay corrupción en las instituciones locales (76%), regionales (75%) y nacionales (79%). Los políticos nacionales (57%) y los funcionarios responsables de la adjudicación de contratos públicos (47%) son las personas con más probabilidad de implicación en estas actividades. 

El texto íntegro del Eurobarómetro lo podeis encontrar en:
http://ec.europa.eu/public_opinion/archives/ebs/ebs_374_en.pdf

El periodismo de investigación no existe

Noto un repunte de algo que no existe: el periodismo de investigación. Acabemos con la farsa: quien dice dedicarse a esta especialidad comunicativa no deja de ser un periodista que dispone de más tiempo que sus compañeros para trabajar en una información que alguien filtra con un determinado interés -perfil del medio, ideología, venganza, acoso a un tercero...-. He conocido muchos equipos de investigación disueltos al cabo de pocos meses de su creación -anunciada, eso sí, a bombo y platillo- porque, más allá de permitir un aumento de sueldo a sus miembros, se volvieron insostenibles económica y periodísticamente hablando. El verdadero periodismo de investigación es el de sucesos, también llamado crónica negra, aquel que obliga a desplazarse al lugar del crimen, hablar con testigos, con policías o con expertos para contrastar, hacer una reconstrucción de los hechos, describirlos con rigor y sin sensacionalismo. Y todo ello en un tiempo récord. Es, en definitiva, la mejor escuela para un estudiante de periodismo. Por tanto, propongo que en las universidades se elimine la asignatura de investigación y se potencie la de sucesos.

sábado, 11 de febrero de 2012

Desafección judicial

La Justicia siempre ha ido por detrás de la sociedad, principalmente por falta de medios humanos y materiales. Esta administración, sempiterna cenicienta de los poderes públicos, es algo así como el trueno, que siempre suena después del relámpago. Y si antes eran factores externos los que alejaban el mundo judicial del ciudadano, ahora son causas endógenas. Es decir, que nuestros responsables judiciales parecen estar empeñados en acentuar esa desafección a propósito. Que la portavoz del Consejo General del Poder Judicial, Gabriela Bravo, haya asegurado que "no todos los imputados son iguales" en referencia a Iñaki Urdangarín constituye una de las declaraciones más desafortunadas de la historia democrática judicial. En relación a este caso, también hemos sabido que se han abierto diligencias contra el juez instructor para averiguar la procedencia de las filtraciones del sumario, algo que no tiene precedentes. En ambos casos, son los medios de comunicación quienes sufren los daños colaterales de esas dos posturas, que ponen trabas al derecho a informar y ser informado. Pero llueve sobre mojado. La actuación de algunos gabinetes de comunicación más dedicados a limitar ese ejercicio que a facilitarlo, ha provocado un retroceso en la labor de los periodistas especializados en tribunales, quienes comienzan a tener verdaderos problemas para filmar juicios o acceder a fuentes de las que muy a menudo sólo se requiere una aclaración técnica para poder informar con rigor. Que yo recuerde, el número de investigaciones judiciales frustradas por la interferencia de la prensa es ínfimo. En cambio, destaco como hecho más que positivo que, a finales de los noventa, una víctima del llamado violador del Vall d'Hebron identificó a su agresor gracias a las imágenes del juicio que se retransmitieron por televisión.

Los gobiernos pasan, los partidos quedan

(Artículo que publiqué el pasado 6 de febrero en ABC)


Alguien dijo que «a los hombres les gustan las mujeres modernas, pero no que las suyan lo sean». La frase encaja más con una revista del corazón que con una columna política, pero desde que la simpar Carmen Lomana se dedica a valorar en Twitter la oratoria de su tocaya Carmen Chacón, los límites entre ambos terrenos se han difuminado. Igualmente diluidas están las fronteras entre PSC y PSOE, algo que en momentos de efervescencia catalanista funcionó, pero ahora sólo sirve para acusar las grandes contradicciones de una formación que no da pie con bola.
 Carme Chacón (Socialistes.cat)
Volviendo a la premisa principal, al PSC le gustan las mujeres con ambición política, pero no cohabitar con ellas. Una cosa es sacar pecho cuando Chacón fue nombrada ministra de Vivienda primero y de Defensa después, porque así se rubricaba el papel decisivo de los socialistas catalanes en la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero en 2008, pero otra muy distinta es perpetuar el poder de la ex concejal de Esplugues (Barcelona). Y es que los gobiernos pasan, pero los aparatos de los partidos, sobre todo en el caso socialista, acostumbran a quedarse. Dicho de otra manera, quienes en su día empujaron a Chacón a hacer carrera en Madrid le reprochaban ahora que aspirara a dirigir el PSOE. Entre quienes la invalidan para defender los intereses catalanes figura el ex consejero de Educación, Ernest Maragall, quien afea a Chacón su oposición al pacto fiscal de CiU «con uñas y dientes». Que sepamos, el PSC promovió un Estatuto donde nada se dice de concierto económico. Un texto, el estatutario, que tras ser aprobado por el Parlamento autonómico, fue negociado y rebajado por el flamante líder del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba.
Casi más elocuente que las palabras de Maragall ha sido el silencio, disfrazado de neutralidad, del PSC en el proceso congresual socialista finalizado ayer. Pero hay silencios políticos que, al igual que los administrativos, tienen efectos y ha quedado suficientemente claro que nadie apostaba por Chacón en la dirección del PSC. Que el primer secretario de esta formación, Pere Navarro,lamente ahora que Rubalcaba no integre en su nueva ejecutiva al sector que apoyó a Chacón resulta algo cínico. También lo es desmarcarse cuando conviene del PSOE para luego rechazar que el PSC tenga grupo propio en el Congreso.

jueves, 9 de febrero de 2012

Gottland

Wikipedia
Estoy entusiasmada con el libro "Gottland", de Mariusz Szczygiel (Editorial Acantilado), un compendio de historias de la República Checa. Las que corresponden a la época del dominio estalinista son delirantes. Humor ácido para describir situaciones no exentas de dramatismo, pero que demuestran que el comunismo, llevado a sus extremos, puede dar lugar a situaciones surrealistas. Destaco "Prueba de amor", sobre la construcción en Praga de un monumento de dimensiones imposibles, en homenaje a Stalin con motivo de su 70 cumpleaños. El faraónico conjunto -derribado en 1962- medía más de 15 metros de altura y 22 de ancho. Poco antes de su inauguración, su escultor, Otakar Svec se suicidó. Según Szczygiel, un taxista había advertido al artista de que la figura de la guerrillera incluida en el momento cogía de la bragueta a un soldado.

domingo, 5 de febrero de 2012

Mentiras piadosas


Atiendan a este cartel colocado en una entrada lateral de la Catedral de Barcelona, exactamente la que permite el acceso al claustro. Lo más llamativo es el precio, algo elevado por supuesto, pero también la confusión que genera, pues bajo el rótulo "Entrada turística/Visitor Admission" indica que se trata de un "Espacio de libre acceso para la plegaria". Entonces ¿sólo hay que pagar durante el horario abajo establecido? ¿El precio está dirigido únicamente a los turistas? ¿Pueden los creyentes entrar gratis todo el día? ¿Ser turista es incompatible con ser devoto? Y sobre todo: si una persona no religiosa finge serlo para contemplar la riqueza artística de esta seo ¿incurre en una mentira piadosa?

El tiempo entre costuras


(Artículo que publiqué en ABC el pasado 30 de enero)
El presidente de la Generalitat, Artur Mas, habla de romper las costuras de la Constitución cuando todavía se halla en pleno proceso de remiendo del hundimiento de Spanair. El propio Eliseo Aja, máximo responsable de esa especie de tribunal constitucional a la catalana denominado Consejo de Garantías Estatutarias —el mismo que hace dos años puso objecciones a la ley de consultas populares—, ha advertido de que las normas autonómicas no pueden salirse del hilván constitucional y estatutario por mucha filigrana soberanista que se pretenda bordar. Paralelamente, el gobierno catalán ha cerrado el grifo del dinero que se salía por los descosidos de una compañía aérea con la que se pretendía competir con Barajas.
Más allá del toque nacionalista que la Generalitat da a la mayoría de sus acciones, pretender que el aeropuerto de El Prat sea un auténtico «hub» internacional es una legítima pretensión. Más discutible es que Spanair recibiera subvenciones de un gobierno casi en bancarrota, así como del Ayuntamiento de Barcelona, cuando su agonía era ya «vox populi». O que se haya soportado el chantaje de Ryanair —y las payasadas de su presidente, Michael O'Leary— para dar respiración asistida al infrautilizado aeropuerto de Alguaire y que, finalmente, los esquiadores ingleses se vayan a Andorra a gastar dinero apenas ponen el pie en suelo catalán. Reitero que la Generalitat hace bien en reivindicar su principal aeropuerto, pero conciliar sus necesidades con las del Gobierno español y el libre mercado, hay que reconocerlo, es muy difícil.
Tanto que en aquella famosa reunión en la Moncloa de Mas, entonces en la oposición, y el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, el líder de CiU renunció a que el traspaso de la gestión del aeropuerto de El Prat se incluyera en las negociaciones sobre el Estatuto. Destaco el dato porque, tras el parón que la ministra de Fomento, Ana Pastor, ha dado a la privatización de Barajas y El Prat, y la crisis de Spanair, el mundo soberanista vuelve a decir que la solución sólo pasa por la participación de la Generalitat en la toma de decisiones aeroportuarias. Si hace seis años, la gestión de El Prat no se consideró prioritaria ¿lo será este jueves, fecha en la que está previsto el primer encuentro entre Mas y el presidente español Mariano Rajoy? Confío en que el tiempo no se escape de nuevo entre costuras constitucionales y pactos fiscales.